Viajar es vivir

Los viajes me hacen pensar, repasar. La primera mirada por la ventana al despertarse me hace acordar a viajes pasados, a la infinidad de tiempo y espacio en el que estamos sumergidos y que, seguramente, jamás lograremos descifrar. A mirar a la pareja de adelante y añorar, extrañar.

Pienso en toda esa gente que dejo las grandes ciudades por un futuro mejor en un nuevo lugar; en toda la gente que quiere ir a las grandes ciudades en búsqueda de, un futuro mejor; y, me hace pensar en mi, y en mi lugar en el mundo. Que insignificante lugar ocupo yo en todo este motor que se mueve a pesar de lo que yo considere. Alguien que quiere morir (o viajar, porque dentro de todo, viajar es una forma de morir y renacer) esta furioso, lleno de vida y se siente desesperado, hinchado de pelotas y exhausto, todo a la vez; quiere luchar contra todo el mundo y quiere que todo el mundo sepa lo mucho que le ha fallado todo el mundo.

Sin ninguna duda creo que la relatividad es una de las mas grandes teorías del siglo XXI, y no puedo dejar de pensar, desde mi pequeña ventana, al mirar el asiento continuo vacío (porque siempre me toca el asiento donde no hay nadie) lo existencialista y relativo de todo lo que hago, de las decisiones que tengo; de los sueños que sueño. Y jamás completo. De la cantidad de cosas que dejo a la mitad y que nunca consigo llenar; de estar siempre girando ante una infidiad de pendientes que no se achica, sino que se agranda, que me atrapa y envuelve mas de lo que debería.

¿Soy el único que se siente asfixiado o somos todos pero nadie lo exterioriza? Siento que estoy cerca de mucho y lejos de todo; que he llegado a un paso de todo. Y aquí me quedo, lejos de todo, un paso. Por miedo a fracasar, por miedo a no conseguir lo que busco, a tener que reanudar la búsqueda por lo que encuentro.


Tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento, para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para crear de vez en cuando un breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo es todo lo que necesito.

Tal vez.

Distancias



Tan cerca. Tan lejos. La distancia se mide a partir de los recuerdos, de los olvidos, de esos que te marcan, de esos que te tocan y no se van. De esas apariciones espontaneas que suelen atacar a tu (mi) consciencia sin saber el detonador. El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares dice el refrán, sin embargo muchas veces suele suceder que muy por el contrario, el tiempo es el motor o la aceleración, físicamente hablando, de otras maneras que suelo tener para encontrar la distancia. La distancia se hace visible a través de sensaciones, gestos, lágrimas y broncas irracionales incluso, que demuestran que la memoria de cada persona puede ser olvidadiza, rencorosa, pero no volátil.


Distancia de extrañar, distancia de olvidar, distancia de querer estar en un lugar pero no saber como viajar a lo conocido, pero que se escondió bajo tal manto de inseguridad, de esas que nos descolocan; a tal punto de hacernos sentir extraños viajantes, de no saber en donde estar, como actuar, que pensar, decir, sentir o hacer. ¿Seré el único que se mueve sigilosamente (por no decir miedoso) en terrenos que eran conocidos ante una adversidad? Siempre tengo la misma fantasía (por no decir pesadilla) de sentirme en un museo donde no se puede tocar nada; tampoco hay nadie para ayudarme; y yo, ahí, desnudo como dios me trajo al mundo dubitando estripitosamente en la cornisa de mi vacío sobre que paso dar primero y hacia qué dirección.

Ayer tuve un recorrido drástico en el colectivo y en mi mente; pasé de recordar momentos que parecen lejanos, con el inevitable confrontamiento del paso del tiempo. ¿Seré el único que siempre recuerda la edad anterior a la actual, hasta al menos antes de su futuro próximo cumpleaños?

La distancia tiene una manera de aparecer adelante de nuestros ojos y en momentos en donde lo consideramos, generalmente específicamente, innecesario y desubicado. Que lindo sería tener una perilla que sea capaz de borrar selectivamente momentos de nuestra mente o un dispositivo como este y poder sacar esas cosas que directamente ocupan lugar en nuestra finita memoria. ¿Para qué? Simplemente para no ocuparnos de esas cosas que en nuestra memoria viven y existen porque no existe manera de borrarlas. ¿Será mas fácil la vida? ¿Serán mas alegres nuestros recuerdos? No lo se; solo se que al menos de esta forma, hay algo que me falta y lo peor de todo, es que no se lo que es.

Dos personas que se proponen entenderse la una a la otra hasta lo más hondo son como dos espejos frente a frente que se arrojan sin pausa, cada vez desde más lejos, sus propias imágenes, desesperados por ver más, hasta perderse en el horror de una distancia irremediable.

¿Qué murallas derriba tu voz en el sigilo de la noche? Esa distancia que cae como un telón entre el vacío y la memoria ardiente de los días.

Marlene Pasini