El viento frío tocó sus pelos sucios, grasosos y no pudo evitar levantar la cabeza y sentir toda la vida de la naturaleza en el esplendor de su frente. Mientras lo hacía, empezó levemente a cerrar los ojos y comenzó a sentir como los sentimientos se adueñaban de sus sentidos; su vista se infundía en la oscuridad de la luna y sintió como su alma se transportaba a un lugar mejor. Se dejó llevar por el unísono tono de la música en sus oídos y ese fue el disparador para que sus ojos se llenaran de lágrimas que, difícilmente pudo contener y peor aún, disimular. Los autos pasaban, la gente (lo) miraba pero a él nada le importaba: Estaba feliz de poder disfrutar y exteriorizar su tristeza.
¿Se puede sentir una tristeza alegre? Se preguntaba mientras pensaba en sus pelos al viento, en el contraste de sus labios con el rojo del sol, en sus botas desgastadas de tanto caminar. Sin darse cuenta, se encontró en un lugar en el al que había jurado no regresar: En ese extraño mundo donde ella aún existe, en una realidad paralela que no tiene límites, de la cual nunca es complicado y doloroso entrar aunque no es fácil salir. Porque por eso la gente sueña y duerme; la gente no quiere dormir, quiere vivir; pero quiere dormir para soñar. ¿Por qué es tan importante soñar? Porque en los sueños ella sigue viva, infinita. Inmortal.
Miró su reloj y se le erizó la espalda: Sabía que la hora de de las palpitaciones llegaría una vez mas y, una vez mas, se rendiría a ella sin siquiera ofrecer resistencia.
Allí se encontraba él, en esa esquina lejos de si mismo, a la espera de un acontecimiento (intrascendente) del que nada había que esperar. Pensando en un pequeño todo que se iba generando con el pasar de los recuerdos, de sensaciones, de nudos en el estómago. Sacó el celular de su campera y sin que ninguno de los 248 músculos de su cuerpo lo detuvieran, comenzó a marcar su número tan solo para oír su voz, para saber que existía y que su pensamiento y esa maldita fuerza de atracción existe. Existe no, se consigue. Que ambos estaban mirando la misma luna esa misma noche, en ese mismo momento, en esa misma vida, en este mismo mundo, a pesar de las distancias, a pesar del enojo, a pesar de que ya no haya lugar en este mundo para su amor, y en contra de la resignación. No era casualidad, era su forma de comunicarse, de hablarse sin emitir sonido. Te estoy llamando con la voz, con el cuerpo, con la vida, con todo lo que tengo y que no tengo, con la desesperación, con sed, con llanto como si fueras aire y yo me ahogara como si fueras luz y me muriera.
Miró el cielo. El cielo parecía un rompecabezas desarmado al igual que sus pensamientos; las nubes, se movían en distintas direcciones sin saber que el azar de los mismos, lo llevarían a una realidad de la cual no podía (e incluso quería) escapar. Vagamente recordó unas lineas sin sentido, una carta nunca enviada, un sentimiento abstracto que vió la luz en un momento mágico del cual sólo ellos dos fueron partícipes y al cual sólo ellos dos pueden, orgullosamente, adjudicarse el haberlo vivido; sin que lo supiera, esa tarde cambió su destino, el significado del mundo, que lo definiría independientemente de lo que el azar haga con su destino: "¿Te cuento algo? Dijiste nunca fui tan feliz como esta tarde. Nunca. Y me lo dijiste en el mismo momento en el que yo decidía no decirte: Seguramente me engaño pero creo, ésta me parece, la tarde más hermosa de mi vida".
Exhaló rapidamente el aire en sus pulmones, haciendo que toda la adrenalina contenida con cada sonar del tono se esparciera por todo su ser; juntó la fuerza de meses sin dormir y dijo: "Solo quiero verte, sonreir así como aquella tarde mujer, como aquella tarde, que te ví", pero el llanto en su garganta lo dejó incapaz de emitir palabra. Resignado, levantó la cabeza y el avión que miraba pasar, estaba cada vez mas lejos de tu retina, como los recuerdos del futuro juntos que sobrevolaban en su mente. Hay un peligro complementario en prever el futuro y tratar de predecirlo. A menudo quedamos convencidos de que las sorpresas del ayer determinarán lo que pasará mañana. Pero para bien o para mal, el mañana es una novedad. Es la novedad de la casualidad, cosas que se reúnen de una manera que no podemos predecir. Lo que hace el mañana es el hecho de que no puede ser predicho hoy; no tiene relación con lo actual. Aunque no le gustara aceptarlo, aprendió que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. En realidad, la vida es una calle de sentido único. Aquellas personas y eventos que nos han dejado su marca (escencia), sea esta favorable o desfavorable, quedaron atrás. Lo que haya pasado, aunque sea tan reciente como ayer, ya no implica ninguna consecuencia, a menos que elijamos que sea así. Lo que es de gran importancia es quién y qué nos deja su marca hoy, y en cada uno de los días subsiguientes. Lo que hemos sido está establecido, y es un hecho que no se puede cambiar. Lo que estamos por convertirnos, es una ilimitada oportunidad que no hay que desaprovechar.
Me encanta sentir la lluvia mojándome la cara, dijo, y una leve pero notable sonrisa se hizo presente en sus labios. Sonrisa cómplice de su dolor. De ese dolor que lo acompaña desde hace ya, varios años. De saber que nunca dejan de ser olvidados (no recordados) los amores dolorosos, que pasan a ser parte de uno, y que con el tiempo no duelen y se convierten en perfectos. En el amor es donde menos existe la piedad: en el amor cuenta siempre lo más pequeño, lo insignificante: esa precisión minuciosa le otorga su ser. Nada se olvida. Si uno dice: quiero todo, hay que entenderlo así: todo. Acaso sólo un caníbal podría ser aquí consecuente. Sin embargo, el canibalismo anímico es mucho más complicado: hay que advertir que se trata de dos caníbales que se devoran al mismo tiempo.
El amor es siempre amor, venga de donde venga. Un corazón que late con su acercamiento, un ojo que llora cuando se va, son cosas tan raras, tan dulces, tan preciosas que nunca deben ser despreciadas.
Sin embargo, ninguno de esos sentimientos estaban cerca de tranquilizarlo. Quería huir de la dolorosa confrontación que le pasaba dentro de su ser y lo hizo de la manera mas cobarde que tenía a su alcance. Encontró sus últimos momentos con ella: Su última risa, sus últimas palabras, su mirada penitente y se dio cuenta de todo el tiempo que había transcurrido. No hubo una sola mañana que se fuera sin algo de lo suyo, pero el camino es mas simple de lo que parece y siempre conocen el regreso. Hoy, estas donde mis pensamientos te han traído; mañana, estarás donde mis pensamientos te lleven.
Es extraño pensar que en el mundo pueda haber algo mejor que vos, intentó autoconvencerse, pero eso no lo alejó del sufrimiento, ni de las lágrimas, ni mucho menos de sus recuerdos. Porque lo importante no es la cantidad, sino la calidad de los recuerdos. Lo mas importante es vivir una vida fabulosa. Sin importar cuan larga es. Y lo mismo pasa con el amor. Tal vez tuvieron sólo siete noches, no sé, no las contó, cómo hubiera podido. Tal vez no más que seis o fueron nueve. No sé, pero valieron como el más largo amor. Con intensidad, con fuerza. La fuerza que se gesta de esa unión, por mas corta que sea, por mas pasajera que resulte, es lo que seguirá existiendo sin importar los años, las vidas y las muertes. Porque cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando. Siempre.
Ya no divisaba el avión. Como lo hizo ella hace mucho tiempo atrás, se marchó bajo la lluvia. Sin decir palabra. Sin mirarme. Y me cubrí la cara con las manos. Y lloré.