Amar es dar lo que no se tiene a quien no es


Estoy cada vez más convencido de que nuestra felicidad o infelicidad depende mucho más de la forma en que se resuelvan los acontecimientos de la vida a los acontecimientos en sí. A fin de cuentas, ¿Qué es lo que importa en la vida? ¿Llegar? ¿Padecer? ¿Perecer?

Todos llegamos al mismo lugar, con menos prisa o mas despacio pero no creo que el final, sea algo por lo que todos tengamos antojo de llegar; y, en definitiva, lo que queda, lo que nunca muere, es como fuimos nosotros y cuanto crecimos en esta carrera infinita espiritual y lo que aprendimos durante todo el proceso, de las personas, de los momentos y porque no, de nosotros mismos. Cuanta felicidad aprendimos a disfrutar, cuanto dolor aprendimos a sobrellevar y, mas que nada, a perdonar...
Nadie mide la felicidad. Nadie te enseña a disfrutar de lo que tenés hoy, ahora. Ahora que ya no es. Que ya no es, porque vos, seas quien seas estas leyendo esto en un futuro inexistente para mi, y en un pasado que jamás existió para vos.

Dicen que hay tres cosas que no tienen vuelta atrás: La palabra dicha, la oportunidad perdida, y la muerte. Y yo no quiero tener que arrepentirme de ninguna. No quiero pensar que las cosas que no se dijeron en un momento, ya no pueden volver, que el momento no se puede recrear, que ya no existe; en realidad me aterra darme cuenta de que es así. Siempre recuerdo al famoso Ted Mosby preguntándole a medio planeta si ese era (fue) el momento o no de besarla y de como se arrepiente por no haberlo hecho; pero lo que mas le preocupa no es el no haberlo hecho; es saber que puede llegar a existir esa maldita coincidencia de que jamás vuelva a ocurrir. Y ahí es cuando el hombre se siente impotente, minúsculo.

Que fácil uno se olvida de todo. Que fácil que la mente logra gestionar los casilleros vacíos de la memoria para ser ocupados solamente por recuerdos alegres. La época hace que uno aplique memoria selectiva y se acuerde -a veces, en lo posible- de lo que puede y no de lo que debe. Quizás, uno, a veces cambiaría todo lo que tiene por algo del pasado (Mientras suena la parte Would you wait for me?!) o por algo que ya no es y que lo retorna a un lugar feliz, a un pasado que existe en el presente solitario, en el fragmento diminuto de un segundo; un lugar inexistente, inconcreto, pero que existe y que nada, ni nadie, jamás, hará que desaparezca. Si habré navegado por mi memoria, de derecha a izquierda, en un eterno recuerdo, en un olor mágico, en un momento inmortal, casi perpetuo, queriendo volver a recrearlo para mitigar el dolor. Mi dolor. Único. Singular.

¿Acaso no es ese, el fin de la nostalgia? Sábato decía que todo momento pasado se lo recuerda mejor, pero que en realidad es tan malo como el actual, sólo que se recuerdan las cosas que a uno le hicieron bien que hacen que todo pasado sea, indefectiblemente, mejor.

El antes y el después. Los finales alegres y de los finales que son. Los finales que dan lugar a un nuevo comienzo y los finales que jamás se consiguen.

Cuando estas triste, la música triste es mas triste; y cuando a un escrito le ponés nombre, es porque querés, esperas, muy en el fondo de tu ser, a que en algún momento sea leído, o tenés la leve esperanza de que así sea.

Quien busca encuentra, suele decir el dicho. Y al que encuentra, se le mueve todo...

Poema 7 – Espantapájaros

¡Todo era amor… amor! No había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…

Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto. Amor, incandescente -y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amor-amor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!

Oliverio Girondo

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