Sensaciones encontradas

Tengo una extraña sensación. Un tal Gustavo diría que mas que una sensación es, al fin y al cabo, un presentimiento.
Ya he discutido que en realidad el sentimiento de fondo termina siempre siendo miedo; no importa la palabra con la que se lo disfrace, siempre aparece, inoportunamente para atormentar nuestros pensamientos traducidos en emociones. Recuerdo cuando me costaba mucho desempeñarme en lugares trascurridos y como intentaba mentirme a mi mismo disfrazando ese miedo en muchas otras características que no poseía. Independientemente de mi lentitud para ciertas cosas, siempre fui una persona tímida para poder establecer comunicaciones. Cierta ocasión analizando mi problemática me di cuenta que muchas veces el miedo que me poseía se trataba no a que la persona me rechace como suele suceder, sino, por el contrario (Como para ser original, no) miedo a que me digan que si. Fue un proceso extraño el darme cuenta desde donde venía mi miedo para poder combatirlo, afrontarlo y superarlo. No se si entiende: Jamás me asustó el rechazo; de hecho, creo que es hay mas chances de ser querido por una minoría que ser amado por una mayoría; lo que siempre me preocupó, era no saber que caminos impensados, improbables y fuera de mi control me esperaban con la simple unión de dos letras...
¿A qué venía con todo esto? No tiene importancia. Importancia no, sentido. De todas formas, a lo que iba es que tengo una sensación extraña. Un nuevo disfraz de ese viejo amigo llamado miedo, que viene cuando menos quiero y que cuando se va me deja siendo una persona absolutamente vulnerable.
Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. Tengo la sensación de no poder nunca jamás con el control de mi vida. Siento que me saqué una opresión del pecho que me esta atormentando desde que durante mis pocos días de vacaciones, me la pasé haciendo cosas que no tenía ganas de hacer. Deber y querer, que contradicciones sobre un accionar. Dicen que el primer paso para enfrentar los problemas son hacerlos concretos y en estas oraciones, lo estoy concretando. Ahora lo puedo ver, puedo sentir que existe en algún lugar de este puto mundo el cual estoy inserto. Que puedo verlo desde una perspectiva en donde me deje contrarrestarlo, donde consiga poder saber que significa no tener el control de mi vida.
Kant solía decir que las diferentes sensaciones de contento o disgusto descansan, no tanto sobre la condición de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad peculiar a cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas. De ahí proviene que algunos sientan placer con lo que a otros produce asco; de ahí la enamorada pasión, que es a menudo para los demás un enigma, y la viva repugnancia sentida por éste hacia lo que para aquél deja por completo indiferente.
La libertad es lo único que es nuestro y propio, y si lo perdemos en manos de otra persona o cosa es lo peor que nos puede pasar. Las cosas deberían de tener que suceder porque uno tiene el deseo de que sucedan; y el tiempo debería ser utilizado para mejores cosas que para estar controlado por horarios, organizaciones, eventos, burocracias y cosas inertes que no tienen ningún sentido. Uno tendría que poder organizar su día de la manera mas conveniente, con preocupaciones al alcance de la mano y soluciones a la vuelta de la esquina. Quizá, el problema sea exactamente el de intentar bajo todos los aspectos buscar la mejor solución a un problema simple y que esa búsqueda implacable nos lleve a gastar mucho tiempo en algo trivial; no quiero entrar ni ponerme filosófico a estas horas de la madrugada, pero eso de conformarse suena a resignarse y, resignarse suena a que no puedo hacer nada que esté a mi alcance; y, si no está a mi alcance otra vez la gota sudorosa de la sensación aparece en mi frente para recordarme que soy un ratón, dando vueltas una ruedita intentando bajar, buscando la salida, aunque siempre miro para adelante, aunque siempre estoy pensando en lo de atrás, sólo que siento la mirada invisible desde arriba. Precavida. Cautelosa. Controladora...

Las sensaciones intensas muy a menudo ocultan la verdad.

Harry Truman

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