Encargo

Los textos nos sirven para acordarnos de momentos, de personas, de conversaciones, de sentimientos o simplemente como placebos que nos ciegan de esta terrible y dolorosa realidad. A veces nos hierven la sangre; muchas otras veces encontramos un placer ficticio (creo que está mal escrita), una comparación de sentimientos, una alegría pasajera al saber que alguien, allá afuera, es y sintió algo como nosotros. A veces nos hacen llorar porque nos hacen recordad ese momento trágico que quedó plasmado en un caudal de palabras sumergidas en emociones invariables con el pasar de los años.
Se puede decir que todo el tiempo aprovechamos para buscar sentimientos compartidos y los textos de esta índole abundan de tal manera que se podría decir que siento que la eternidad avanza dentro mio lentamente, con cada palabra leída. Y a su vez, mi mente que no es capaz de decir basta, aprovecha disfrutar de todo ese sentimiento de autodestrucción que algunos autores han podido plasmar en palabras. Espero le sirva a alguien, o no; como dije antes... ya todo me da igual.


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que
vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni
guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.


París, 1951/1952
Julio Cortázar

0 Sentimientos